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Comentario de elecciones municipaples Chile, Noviembre 2024

La Ideología Importa

Pablo Argote

Giancarlo Visconti

11/26/2024

Acabamos de tener cuatro elecciones en donde se usaron diferentes reglas electorales. Pese a que cada elección es distinta, los resultados son sorpresivamennte estables: predominan claramente los bloques ideológicos tradicionales. Veamos dos datos clave que reflejan la principal tendencia estructural del electorado chileno.

En la elección de alcaldes, la suma de partidos del centro a la derecha obtuvo un 37%, mientras que las fuerzas del centro a la izquierda alcanzaron un 33%. El resto de los votos fue para independientes. A grandes rasgos, el electorado se divide casi aritméticamente en izquierda, derecha e independientes. Sin embargo, dentro del grupo de independientes podemos encontrar varios casos de alcaldes electos que adhieren a una posicion ideologica clara, aunque no pertenezcan a un partido, como Matias Toledo en Puente Alto o Catalina San Martín en Las Condes.

El segundo dato clave viene de la elección de concejales. Aquí, la suma de las fuerzas de derecha obtuvo un 53%, y la suma de las de izquierda, un 47%. Es decir, prácticamente empatados. En este sentido, cuando no hay independientes en la papeleta, los votantes optan por grupos ideológicos tradicionales o votan nulo. O sea, pese a todas las desventajas que implica ser gobierno hoy —escándalos, problemas de gestión, desgaste natural—, los partidos de izquierda casi obtuvieron la mitad de los votos. A su vez, la derecha, que muchos consideraban reducida a tres comunas hace solo tres años, hoy es nuevamente una fuerza electoral relevante en todo el país.

La pregunta relevante, entonces, es: ¿Qué explica esta estabilidad? Con el prestigio de los partidos por el suelo y con altos niveles de desconfianza hacia los políticos, lo normal sería tener elecciones mucho más volátiles. No obstante, lo que tenemos, más bien, son porfiados bloques ideológicos que se resisten a desaparecer. Mientras los partidos mueren, la ideología sobrevive. Más aún: los partidos exitosos son versiones modernas de partidos antiguos, mientras que los partidos sin afiliación ideológica clara, mueren. Esto es lo verdaderamente sorprendente de las últimas elecciones, y lo que merece ser analizado con detención.

¿Por qué sobrevive la ideología? Este fenómeno, que trasciende el caso chileno, tiene raíces sociológicas. La ideología es mucho más que posiciones específicas sobre temas de política pública. La ideología, más bien, es una identidad social; es decir, es parte sustancial de cómo las personas se ven a sí mismas y de cómo entienden el mundo. La ideología también afecta las relaciones sociales, laborales y afectivas. La propia identidad puede cambiar, pero no ocurre de un día para otro. Si eres de izquierda (o de derecha), no vas a abandonar a tu sector sólo porque algún candidato promete terminar con la delincuencia, o incluso porque concuerdas con alguien de otro sector político en la política migratoria. Cruzar a la vereda de al frente es una decisión más afectiva que racional.

Creemos que el dato clave de esta elección no es si ganó “la buena política”, si triunfó la “moderación” o si se posicionó tal o cual candidato presidencial. Más bien, lo sorprendente es cuan estable e ideológica sigue siendo nuestra política.

Mi respuesta a la columna de Sebastían Edwards, publicada en La Tercera el domingo 10 de Noviembre.

Un Análisis Facilista: Respuesta a Sebastián Edwards.

11/12/2024

Pablo Argote

​En su columna en La Tercera, Sebastián Edwards enumera los que, a su juicio, fueron los errores de la candidata Kamala Harris. Lamentablemente, su columna repite muchos lugares comunes, tiene información imprecisa, es contradictoria, cae en caricaturas y, me atrevería a decir, se base solamente en ideas preconcebidas.

Partamos por citar al propio Edwards. En 2020, tras el triunfo del presidente Biden, por 5 puntos porcentuales en el voto popular, y tras el triunfo Demócrata en la Cámara y en el Senado, Edwards señaló que el “mal desempeño” electoral Demócrata se debía a sus políticas identitarias, y su menosprecio del votante de a pie. Entonces, ganen o pierdan, todos los resultados electorales son culpa de la izquierda identitaria. Al parecer, las columnas están escritas antes de ver los resultados.

También se equivoca en sus números: dice que fue la peor candidata desde Mondale en 1984. Harris obtuvo 226 delegados en el colegio electoral. En 2008, Obama derrotó a McCain por 365 electores contra 173; cuatro años después, a Romney por 332 contra 206. Bill Clinton derrotó a Bush 370 contra 168 en 1992; y a Dole 379 contra 159 en 1996. Harris, entonces, fue mejor candidata que Bush, McCain, Romney y Dole. Si es que quiso decir que fue la peor candidata Demócrata desde Reagan, también es un argumento impreciso: obtuvo prácticamente los mismos delegados que Hillary Clinton en 2016 — uno menos, debido a cambios en la cantidad de delegados por estado.

Pero Edwards también se equivoca en la premisa de su columna: que Harris fue mala candidata. Hagamos una aritmética básica. Cuando bajó su candidatura en Julio, Biden estaba abajo 4-5 puntos porcentuales en las encuestas más serias. En Noviembre, los sondeos mostraban a Harris empatada con Trump. Cuando se terminen de contar los votos de la elección, probablemente quedará un punto abajo. Asumamos un sesgo contra Trump en las encuestas de 2 puntos, más o menos lo que ocurre desde 2016. Harris, entonces, subió 4 puntos porcentuales con respecto a Biden. Además, entusiasmó a la base del partido —lo que se evidencia con la cantidad de donaciones— e hizo la elección relativamente competitiva. Recordemos, además, que Harris fue una candidata inusualmente tardía, pues asumió la candidatura sólo 3 meses antes de la elección. Si lo llevamos a Chile, lo más comparable sería la elección presidencial de 2013, donde Matthei asumió en circunstancias muy parecidas —3 meses antes de la elección, por la bajada de Longueira. ¿Resultado? 38% de los votos, versus el 49% que obtendrá Harris.

¿Fue una candidata perfecta? Claro que no. Es cierto que sus propuestas eran vagas, y que algunas de sus respuestas fueron confusas. Pero una mirada algo más amplia a la evidencia revela que su presencia hizo que el partido “salvara los muebles”.

Luego, la columna dice una serie de afirmaciones sin base alguna. Por ejemplo: que Harris menospreció a los votantes populares. ¿Cuándo habría ocurrido eso? Ahí Edwards cita una frase de Biden, quien no era el candidato. Otra afirmación errada es que Kamala Harris se habría alineado a los progresistas identitarios. En la convención Demócrata, donde el partido simboliza lo que quiere representar, abundaban banderas de Estados Unidos, llamados a la libertad, menciones al sueño americano, y declaraciones del poder letal del ejército norteamericano.

Edwards plantea que una solución era poner al “joven abogado, tremendamente articulado” Josh Shapiro de vicepresidente, en vez del bonachón Tim Walz. Esto no se entiende. Supuestamente a Edwards le preocupa el elitismo del partido, lo que es razonable. ¿Acaso uno de los remedios contra el elitismo sería poner de vicepresidente a un abogado de Georgetown en vez de un veterano de guerra y ex profesor de escuelas rurales?

En sus menciones al Frente Amplio, Edwards cae en las caricaturas. Manda a Jackson a vivir a la chimba, y se burla de la calidad de los posgrados de los adherentes de dicho partido. No tengo una particular simpatía con el Frente Amplio, y si los considero en ocasiones, un partido elitista. Pero, partiría por reconocer que desde 2013 hasta hoy, han sido exitosos electoralmente: han ganado la presidencia, gobernadores, alcaldes y han superado en votos a toda la ex concertación. No sería tan soberbio como para darle lecciones a quienes si han ganado varias elecciones, y a quienes han tomado decisiones estratégicas de forma prospectiva, y no con el “diario del lunes”.

El único punto que rescato es que los partidos de centroizquierda se han vuelto excesivamente elitistas, pues hoy, representan en gran medida a sectores educados de ingreso medio alto. Esto viene ocurriendo hace al menos 20 años, en todo el mundo occidental, y es sabido por las mentes más lúcidas de la política. Dicho de otro modo: trasciende con creces a Kamala Harris. No es recomendable referirse a esto como si se estuviera descubriendo la rueda.

Los columnistas debemos evitar el razonamiento motivado y el sesgo de confirmación; es decir, la tendencia a ver solo la parte de la realidad que calza con las propias creencias arraigadas, o a buscar información específica que confirma ideas pre concebidas. Las elecciones a veces se ganan, otras se pierden. Últimamente, los incumbentes suelen perderlas en todo el mundo. Llamo a esperar que salgan datos más finos para hacer análisis algo más desprejuiciados.